Introducción
El Salmo 104 es uno de los poemas más hermosos y teológicamente ricos del salterio. Consta de 35 versículos que exaltan la grandeza de Dios como Creador, Sustentador y Señor de toda la naturaleza. Sin embargo, diversos estudiosos han señalado que algunos de sus motivos poéticos muestran similitudes con un texto egipcio más antiguo: el Gran Himno a Atón, atribuido al faraón Akenatón (1353–1336 a.C.), considerado por muchos como el primer monoteísta de la historia.
Este paralelismo no disminuye el carácter inspirado del salmo, sino que revela cómo la Escritura puede dialogar con tradiciones culturales de su tiempo y transformarlas en una confesión exclusivamente teísta y bíblica: no un dios solar limitado, sino YHWH, el Dios de Israel, quien gobierna cielos, tierra, mares, animales y humanidad.
En esta entrada exploraremos las cinco secciones principales del Salmo 104, comparándolas con el Himno a Atón, analizando temas como el caos y la creación, la dualidad noche-día, el poder del mar y el Leviatán, y la dependencia de toda criatura en la presencia divina. Finalmente, reflexionaremos en su valor para cristianos evangélicos, reformados, calvinistas, arminianos, pentecostales y católicos.
1. Dios en el cielo (vv. 1–4)
El salmo inicia con una exaltación:
“Bendice, alma mía, a Jehová. Señor Dios mío, mucho te has engrandecido; Te has vestido de gloria y de magnificencia” (Salmo 104:1).
Dios aparece revestido de luz, extendiendo los cielos como una tienda y usando los vientos como mensajeros. La imaginería recuerda al Dios soberano del Éxodo, que se revela en la tormenta y en fuego ardiente.
El Himno a Atón también describe al sol iluminando con sus rayos toda la tierra. Sin embargo, mientras Atón es un astro limitado, el salmista presenta a YHWH como fuente trascendente de luz y gloria, no dependiente del ciclo solar.
2. Creación de la tierra y el agua (vv. 5–9)
El salmista narra cómo Dios estableció los fundamentos de la tierra y puso límite a las aguas.
“Pusiste límite, el cual no traspasarán, ni volverán a cubrir la tierra” (v. 9).
Aquí se aprecia el eco del chaoskampf, la lucha mítica contra el caos, tan común en el Antiguo Cercano Oriente. El Salmo 74:13-14 lo resume: “Tú dividiste el mar con tu poder; quebrantaste cabezas de monstruos en las aguas; aplastaste las cabezas de Leviatán.”
En contraste, el Himno a Atón celebra al disco solar como dador de vida, pero no como vencedor del caos. El salmista va más allá: presenta a un Dios que no solo da vida, sino que domina los elementos primigenios y somete el mar bajo su autoridad.
3. Vida en la tierra (vv. 10–19)
Desde los manantiales hasta los árboles, desde las aves hasta el ganado, todo depende de Dios. El salmo describe la provisión de agua, alimento y hábitat para cada criatura. Incluso la agricultura humana —vino, pan y aceite— es bendición de YHWH.
El Himno a Atón comparte paralelos en la descripción de cómo la salida del sol despierta a hombres y animales, quienes trabajan y celebran la vida. Ambos textos reconocen que toda vida está integrada en un ciclo de dependencia, aunque el salmista da un paso más al declarar que este ciclo está bajo la sabiduría creadora de Dios (v. 24).
4. La noche y el día (vv. 20–23)
El salmo contempla la noche como tiempo de peligro:
“Tú traes las tinieblas, y es de noche; en ella corretean todas las bestias del bosque. Los leoncillos rugen tras la presa, y para buscar de Dios su comida” (vv. 20-21).
Cuando amanece, los animales se retiran y el hombre sale a trabajar hasta la tarde (vv. 22-23).
El Himno de Akenatón presenta el mismo contraste: en la noche, cuando Atón está oculto, reina la oscuridad y la tierra está como muerta; al amanecer, con la luz del sol, la vida retorna y los hombres se levantan a trabajar.
La diferencia es crucial: para Akenatón, el sol mismo es dios; para el salmista, el sol es creación de YHWH, sujeto a su voluntad.
5. Dependencia de Dios y la presencia divina (vv. 24–30)
El salmista exclama: “¡Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría” (v. 24). El mar y el Leviatán son descritos como parte de la creación lúdica de Dios (vv. 25-26).
Las criaturas dependen totalmente de la providencia divina: “Todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo” (v. 27). Si Dios retira su aliento, mueren; si lo envía, se renuevan (vv. 29-30).
El Himno a Atón presenta un paralelo: los hombres reciben su alimento y sus días de vida directamente del disco solar. Pero de nuevo, el salmo recalca una teología más profunda: el Espíritu de Dios (rúaj) es quien crea y renueva, anticipando ecos del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento.
6. Teología comparada y reflexión cristiana
El egiptólogo James Henry Breasted ya había señalado hace más de un siglo los paralelismos sorprendentes entre ambos textos. El salmista parece reelaborar temas culturales comunes, pero los purifica teológicamente:
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No hay múltiples dioses, ni astros divinizados.
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Solo YHWH gobierna día y noche, mar y tierra.
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El Leviatán, símbolo del caos, no amenaza a Dios; es criatura suya.
Para los cristianos, el Salmo 104 conecta con pasajes del NT como Colosenses 1:16-17, donde Cristo es presentado como Creador y Sustentador de todo. Así, lo que en Egipto se atribuía al sol, el salmista lo dirige al Dios verdadero, y los cristianos lo leen a la luz de Cristo, el Sol de justicia (Malaquías 4:2).
Conclusión
El Salmo 104 refleja un diálogo literario con el Himno a Atón, pero lo supera en profundidad teológica. Donde Akenatón veía al disco solar como dios, el salmista proclama al Señor soberano del cosmos. Para el creyente evangélico, reformado, pentecostal o católico, este salmo enseña a reconocer la dependencia total de Dios, a ver la naturaleza como testigo de su gloria y a vivir en confianza bajo su cuidado.
Para leer el resto del articulo sobre el salmo 104 y su version original con las fuentes citadas: